Mientras que el bebé no tiene edad suficiente para realizar otras actividades, el agua se convierte en un medio accesible y adecuado a cualquier edad.

Además, la convivencia con su padre o madre durante la clase, enriquece la experiencia que vive el niño a través de sus sentidos.

Cuanto más temprano sea el contacto del niño con el agua, mejor será su adaptación y más fácil le resultará aprender.

No obstante, la Asociación Mexicana de Pediatría, recomienda que hasta después de los 4 meses de edad, cuando el bebé adquiere mayores defensas, es el  momento más adecuado para ir a la alberca disminuyendo así el riesgo de enfermar de otitis o resfrió común.

Con respecto a la edad ideal en la que los niños pasan de saber flotar a aprender a nadar esta se presenta hasta que su aparato locomotor se encuentra lo suficientemente desarrollado lo cual generalmente ocurre a la edad de cuatro años.

El agua no hace daño, no golpea, mantiene el peso del bebé, le permite desplazarse aunque todavía no lo haga en tierra firme y le brinda una grata oportunidad para reconocer su cuerpo, el espacio y los objetos.

Así, este deporte tan completo que fomenta la independencia e incrementa la inteligencia de nuestros pequeños, es, simplemente, como un juego.